Tony Vance by Natalia Diván

Tony Vance by Natalia Diván

autor:Natalia Diván
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2019-07-02T22:00:00+00:00


8

Las jornadas transcurrieron, y Marina no tardó en aclimatarse a su nueva y cómoda vida con Tony: por petición de él, no trabajaba fuera de casa, y para las tareas domésticas contaba con la ayuda de la servicial y profesional Jocelyn. Se podría decir que no tenía obligación alguna: vivía en un chalet maravilloso con todos los lujos disponibles; su amiga Lucía la visitaba casi todos los días; finalmente, tenía la dicha de que cada momento que pasaba junto a Tony, que desgraciadamente no eran demasiados a causa de sus salidas por trabajo, eran maravillosos, y cada vez estaba más y más enamorada de él.

Lo único que le incomodaba de esa nueva vida que había adoptado es que apenas salía de casa: podía hacerlo, por supuesto. Tenía completa libertad para ello, pero Tony le había advertido que era peligroso, pese a que seguían contando con seguridad que podía acompañar a Marina adonde fuera. Sin embargo, sólo había hecho uso de este servicio en un par de ocasiones; para visitar a Lucía a su casa y para ir a un supermercado, aunque la mayoría de las veces era Jocelyn la que realizaba la compra.

Tantas precauciones se le antojaban excesivas. No creía que nadie fuera a ir a por ella, pero como Tony se quedaba más tranquilo así, especialmente cuando él estaba fuera, pues Marina no objetaba nada.

En una de las muchas charlas con su mejor amiga, ésta le advirtió que, como había dejado su trabajo, debía ser muy consciente de que, si rompía su relación con Tony, cosa que esperaba que no ocurriera, ella se quedaría, como se suele decir, con ‘una mano delante y otra detrás’. Así pues, para evitar esta horrible situación, la muy lúcida de Lucía le comentó que sería una buena idea arrendar su piso, que ahora estaba vacío, y lo que ganara todos los meses le serviría para pagar la hipoteca, y lo poco que sobrase, para ahorrar, por si acaso.

A Marina le pareció una brillante idea, y le comentó que, nada más que reuniera el ánimo suficiente, iría a recoger el resto de sus pertenencias, limpiaría un poco la casa y pondría el anuncio en Internet. Aunque, por ahora, tal asunto no requería gran celeridad, sí quería quitárselo de encima cuanto antes.

Era diez de junio, dos de la tarde, y aquel estaba siendo el día en el que el sol pegaba con más fuerza de todo el año. Marina bailaba al son de la música disco que sonaba a todo volumen en la popa de un gran yate de lujo que se encontraba parado, a tres kilómetros frente a la costa de Marbella, en pleno mar Mediterráneo.

En aquel navío había conocido a mucha gente, y se había reencontrado también con viejas caras que vio por primera vez en el tanatorio, lugar que, desde luego, nada tenía que ver con el alegre escenario en el que se encontraba ahora. Sabía que estaba rodeada de mafiosos y de delincuentes, pero no le importaba en absoluto. Era feliz con ello.



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